Oíd estos carmes, amigos míos.
Vine de lejos, de detrás del rio,
Enfrentando fieros peligros,
En un inmenso girar.
Con poca fortuna fui colmado,
Que silencioso era el camino,
De mí mismo desencontrado,
Anduve en el mundo siempre solo.
Todavía jovem conocí la intolerancia,
Busqué en las calles alguna señal,
De las personas su concordancia,
Haciendo de ellas como mi igual.
Me perdí en la ilusión desunida,
Entre autovías y mil callejuelas,
Y mi vida fué consumida
Por yo no querer saber de ellas.
Pero era todo sueño recurrente,
Una utopía sin sentido,
Porque esta pobre gente
Se creyó que todo le era debido.
Aún así insistí, persistí,
Poniendo lo mejor que em mí había,
Y entonces que me decepcioné,
Talvez por mi cobardía.
Ah!, Oriente, de mi oriente!,
Fuí al ópio a buscar el sueño,
De una forma tan doliente
Que me encontré en el entresueño.
Mis amigos ¿que se hizo de ellos?,
Se murieron en mis brazos!
¿Por que não fuí yo com ellos,
Sin piedad ni estorvos?
Treinta años se pasaron,
De las personas me arrepentí,
Mientras los outros gozaban,
De mí mismo me perdí.
Pero, cuando se lanza el albor,
En mi pobre corazón,
Traigo todavía conmigo todo el amor,
Sin ninguna conmiseración.
Jorge Humberto